Fuente: https://bit.ly/3yBQLuU

Francisco I. Madero, promotor del establecimiento de un sistema democrático en nuestro país, convocó a las armas el 20 de noviembre de 1910 y, un año después, el 6 de noviembre de 1911 asumió el poder después de que, en mayo de ese mismo año, Porfirio Díaz renunciara a su largo mandato y se exiliara en el viejo continente.

El presidente Madero enfrentó diversos obstáculos que constriñeron en gran medida sus expectativas como el primer mandatario posterior a la era porfirista; tuvo diferencias con los grupos revolucionarios que acudieron a su llamado a las armas para terminar con el gobierno del longevo general, ya que enfrentó severos señalamientos de incumplimiento a los postulados contenidos en el Plan de San Luis y, por otro lado, algunos de sus aliados iniciales esperaban soluciones inmediatas a sus demandas, lo cual, ante la negativa maderista, los llevó a desconocerlo y continuar con la lucha armada hasta sus últimas consecuencias.

Por otro lado, la oposición estructural del viejo régimen entorpeció los esfuerzos institucionales de Madero para afirmar un gobierno eminentemente constitucional y democrático. Asimismo, en los primeros meses de 1913, al notar la debilidad institucional y militar del nuevo presidente, altos mandos militares de la época porfiriana auspiciaron su derrocamiento, así como su posterior asesinato al término de la llamada “decena trágica”, acaecida en la Ciudad de México a finales de febrero de 1913.

Tras la muerte de Madero y la disolución del Congreso, el general Victoriano Huerta debió enfrentar no sólo a los grupos inconformes con los resultados del Plan de San Luis, sino también otros movimientos revolucionarios que surgieron a partir del magnicidio del 22 de febrero de 1913.

Uno de esos movimientos opositores al traidor Huerta fue el acaudillado por el Gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, el cual, invocando el restablecimiento de los principios constitucionales de 1857 en su Plan de Guadalupe, propuso el derrocamiento del usurpador y comenzó una campaña militar desde el norte del país con dirección al centro. Entre las filas del ejército Constitucionalista, en un primero momento, convergieron personajes como Álvaro Obregón, Francisco Villa y Pablo González.

Desde marzo de 1913 y hasta febrero de 1914, el ejército constitucionalista, dividido en tres secciones, ocupó lugares estratégicos en las regiones fronterizas del país, con lo cual se garantizó el suministro de provisiones y armamento. Eventualmente se fueron ganando plazas en Coahuila, Sinaloa, Chihuahua, Nuevo León y Sonora.

A mediados de 1914, la revolución constitucionalista ya había avanzado de manera importante sobre el centro del país y el gobierno estadounidense encabezado por Woodrow Wilson le había dado la espalda al huertismo, mostrando un apoyo evidente al constitucionalismo de Carranza. Así, el 15 de julio de 1914, viéndose derrotado, Huerta dejó el poder en manos del presidente interino Francisco Carvajal.

Ante la renuncia de Huerta, el ejército federal, visiblemente mermado y cansado, decidió entrar en comunicación con el bando carrancista para firmar su incondicional rendición y, al mismo tiempo entregar la Ciudad de México al ejército constitucionalista.

Fue así como, el 13 de agosto de 1914, en el camino nacional de Cuautitlán a Teoloyucan, se firmaron los Tratados de Teoloyucan, curiosamente, sobre la salpicadera de un automóvil. En la firma de los tratados estuvieron presentes el General Gustavo A. Salas y el contraalmirante Othón Pompeyo Blanco, por parte del ejército federal; en representación del carrancismo estuvieron presentes los generales Álvaro Obregón y Lucio Blanco; también estuvo presente el Licenciado Eduardo Iturbide, quien estaba a cargo del gobierno de la Ciudad de México.

En los documentos rubricados se estableció la forma en que se entregaría la Ciudad de México al ejército constitucionalista, así como la disolución del ejército y la armada federal, cuya existencia databa de mediados del Siglo XIX; instituciones defensoras de las causas liberarles en la Guerra de Reforma y durante la segunda intervención francesa fueron finiquitadas aquel agosto de 1914.

 

Fuentes:

  • “La Revolución Constitucionalista”, Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, disponible en https://bit.ly/3ivMeEI, consultado el 9-08-2021.
  • Ramírez Rancaño, Mario, “México: el ejército federal después de su disolución en 1914”, en Polis: Investigación y Análisis Sociopolítico y Psicosocial, vol. 1, núm. 2, 2005, pp. 13-54 Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. Distrito Federal, México.