Fuente: https://bit.ly/33r3E0s

La Revolución mexicana fue un evento abrupto y trascendental que aglutinó a personajes de las más variadas facetas, cuya participación en el conflicto bélico ha sido objeto de análisis de historiadores, cronistas y de las nuevas generaciones, quienes se han encargado de ubicarlos a un lado o a otro del espectro ético o moral de la memoria histórica.

Algunos de estos personajes son exaltados durante las celebraciones que se llevan a cabo en conmemoración del movimiento revolucionario; otros gozan del descrédito de las mayorías, a merced del estigma que pesa sobre su memoria, dada la percepción negativa que se ha arraigado en el imaginario colectivo.

Acaso el ejemplo más paradigmático de esto último es el de José Victoriano Huerta Márquez quien, según registros de su municipio natal, Colotlán Jalisco, nació el 22 de diciembre de 1850 –el historiador Luis Garfias documenta que su fecha de nacimiento fue el 23 de marzo de 1854—; su educación inicial la realizó en la ciudad de Guadalajara y, en el año de 1869, de manera voluntaria prestó sus servicios como secretario del general Donato Guerra.

En 1871, Victoriano Huerta ingresa de manera formal al Colegio Militar, tras solicitarle al entonces presidente Benito Juárez su admisión a la institución castrense.

Su carrera profesional coincidió con la larga administración de porfiriana; del Colegio Militar se graduó como teniente de la Plana Mayor Facultativa de Ingenieros y sus primeras encomiendas estuvieron alejadas de la actividad militar, ya que se encargó, entre otras cosas, de trabajar en la reparación del Castillo de San Juan de Ulúa; no fue sino hasta 1879 cuando se integró a la campaña de Manuel González en el occidente del país; entre los años de 1884 a 1890 fue ascendido a los rangos de teniente coronel y coronel respectivamente.

En 1901, Huerta fue adscrito a la Plana Mayor del ejército y fue enviado a combatir a Rafael del Castillo en el estado de Guerrero; su éxito le valió su ascenso a general brigadier y, un año después, se dio su nombramiento como jefe de armas en la misma entidad.

Su severa intervención en la rebelión maya de 1902, en los estados de Yucatán y Quintana Roo, le permitió generar otro ascenso como general de brigada. En 1905, se trasladó a la ciudad de Monterrey, para hacerse cargo de obras de pavimentación, a solicitud del gobernador del estado de Nuevo León, quien fuera su amigo personal, el general Bernardo Reyes.

En 1909, en plena efervescencia electoral por la sucesión presidencial de 1910, Huerta decidió alejarse por un tiempo de la vida militar a consecuencia de la animadversión que el propio presidente Díaz sentía por su amistad con el general Bernardo Reyes, quien además fue enviado al extranjero.

No obstante, al estallar el movimiento armado convocado por Francisco I. Madero, Huerta regresó nuevamente al servicio militar; seis meses después, fue él quien escoltó a Díaz hacia el puerto de Veracruz, cuando el longevo dictador abdicó y decidió exiliarse en el viejo continente.

En 1912, bajo las órdenes del entonces presidente constitucional Francisco I. Madero, Huerta marchó hacia el norte del país para enfrentar la sublevación de Pascual Orozco; tras derrotar a los orozquistas e identificarse como el “salvador de la Revolución”, Huerta, con el aval del Senado, ascendió al rango de general de división. Su acercamiento con legisladores afines al régimen porfiriano se produjo hacia a finales de 1912 y, al mismo tiempo, la prensa crítica del gobierno maderista comenzó a enaltecer su figura.

El 9 de febrero de 1913, inició la rebelión de los generales Félix Díaz y Bernardo Reyes; ante la apremiante situación, Madero nombró a Huerta comandante militar de la Ciudad de México. El amotinamiento de los sublevados en la Ciudadela y la aparente incapacidad de Huerta para sofocarlos, dio pie a que éste último estableciera contacto con los primeros, pero también con un grupo de senadores porfirianos encabezados por Guillermo Obregón y con el representante del gobierno norteamericano en México, para articular y pactar el derrocamiento de Madero, así como un nuevo periodo de elecciones.

El 17 de febrero del mismo año, Gustavo Madero, hermano del entonces presidente, advirtió la traición de Huerta e incluso propició que éste último compareciera en persona frente a Madero, empero fue liberado. Un día después, Madero y Pino Suárez fueron aprehendidos en Palacio Nacional; el día 19, el presidente y el vicepresidente renunciaron a sus cargos obligadamente; Pedro Lascuráin presentó las renuncias de ambos en la Cámara de Diputados, las cuales fueron aceptadas por el pleno y en seguida le fue tomada la protesta como presidente interino al propio Lascuráin, quien, cuarenta y cinco minutos después, cedió el poder al general Victoriano Huerta.

El 22 de febrero, Huerta ordenó el asesinato de Madero y Pino Suárez.

Huerta encabezó un gobierno formado por la mayor parte de los políticos antimaderistas de la época; sin embargo, su cuestionable legitimidad y las martingalas con las que se hizo del poder, no solamente no sofocaron el movimiento armado, sino que arengaron la consolidación del bloque constitucionalista encabezado por Venustiano Carranza quien, en su Plan de Guadalupe, invocó los principios constitucionales de 1857 y el necesario derrocamiento del dictador.

Asimismo, la relación con Estados Unidos no sólo se tornó poco fructífera, sino que se fracturó cuando Huerta envió al Congreso, el 29 de septiembre de 1814, un proyecto de Ley para nacionalizar la industria petrolera, con lo que se afectaban amplios intereses estadounidenses.

Ante las presiones endógenas y exógenas que experimentó durante su breve gobierno, Huerta dimitió a la presidencia el 15 de julio de 1914 y se exilió en el viejo continente.

No obstante, en febrero de 1915, cuando residía en Barcelona, España, fue visitado por el agente alemán Franz von Rintelen, quién le ofreció recuperar el poder en México con el apoyo del gobierno alemán, en los albores de la Primera Guerra Mundial; el propósito: evitar la participación de Estados Unidos en el conflicto en favor de Inglaterra y Francia.

Por su participación en la conspiración alemana, junto a Enrique Creel e incluso el exrevolucionario Pascual Orozco, Huerta fue aprehendido por las autoridades estadounidenses en marzo de 1915 en Nuevo México, cuando se alistaba para llevar a cabo una nueva intervención en suelo mexicano.

En el momento en que estaba en ciernes su juicio por actividades subversivas, Victoriano Huerta murió, un 13 enero de 1916, a consecuencia de una cirrosis hepática.

 

Fuentes:

  • Carmona, Doralicia, “Victoriano Huerta”, en Memoria Política de México, disponible en https://bit.ly/3r45XOT, consultado el día 10-01-2022.
  • Kuntz, Ficker, Sandra; Garciadiego, Javier, “La revolución mexicana”, en Nueva Historia General de México, El Colegio de México. México, 2010.

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