La Revolución mexicana es uno de los acontecimientos más emblemáticos en la historia de nuestro país.

Su importancia radica tanto en el contexto político, económico, social y cultural en el cual surgió, así como en las consecuencias que produjo en la reconfiguración del Estado mexicano a su término. Del clima propiciado por el movimiento armado que inició el 20 de noviembre de 1910, emanaron personajes cuyo protagonismo no sólo fue patente en el campo de batalla, sino que además se volvieron íconos del periodo desde entonces y hasta nuestros días.

Tal es el caso de Francisco Villa, el “Centauro del Norte”. Su figura se asocia en la actualidad a la lucha y reivindicación de los sectores sociales menos favorecidos y junto con Emiliano Zapata, es uno de los personajes más sobresalientes del periodo revolucionario; quizá goza de un mayor reconocimiento entre la población en comparación de otros actores como Álvaro Obregón o Venustiano Carranza.

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Su nombre de “pila” era José Doroteo Arango Arámbula y nació el 5 de junio de 1878 en la comunidad conocida como La Coyotada, en el estado de Durango. Sus padres fueron Agustín Arango y Micaela Arámbula. Carente de una educación escolar, pasó su infancia trabajando en diferentes oficios, aunque algunos investigadores afirman que a temprana edad ya practicaba el abigeato, razón por la cual enfrentó problemas con la justicia y con los dueños de las haciendas a los que les hurtaba el ganado.

En 1894, tuvo lugar un acontecimiento que marcó el rumbo de la vida de Doroteo Arango. Trabajaba como mediador en la hacienda de la familia López Negrete; al regresar de su labor encontró al dueño de la hacienda intentando llevarse a su hermana Martina. Sin vacilar le disparó en la pierna izquierda y huyó hacia la sierra de la Silla; el acto inauguró su vida como bandolero.

Su actividad delictiva fue uno de los sellos característicos de su persona; tema ampliamente socorrido por el periodismo constitucionalista en los años del conflicto revolucionario, cuyo propósito detractor fue crear una imagen antagonista invencible a la que sólo podían enfrentar y vencer hombres como Álvaro Obregón. No obstante, los testigos de su vida como bandolero contaban que con frecuencia repartía sus ganancias entre los más necesitados.

Debido a sus constantes robos y problemas frecuentes con la ley, Doroteo Arango decidió utilizar otros nombres y apodos para eludir a las autoridades; uno de ellos fue el que utilizó mientras trabajó en una mina cerca de la localidad de Villa Ocampo, Durango, en donde fue conocido como El Gorra Gacha. Sin embargo, el nombre con el cual se fijaría en la memoria de nuestro país fue el de Francisco Villa. La adopción de éste presenta diferentes teorías entre investigadores y biógrafos; las más aceptadas tienen que ver con la memoria de un bandolero compañero suyo en su juventud y los lazos familiares de su padre como hijo ilegítimo de un hombre llamado Jesús Villa.

La inminente crisis de legitimidad política de la larga administración de Porfirio Díaz, aunada a la grave crisis social, hicieron que el llamado a las armas por parte de Madero cundiera por todo el territorio nacional. Villa se unió al maderismo en 1910 y unos meses después su actuación como líder militar tuvo gran impacto en la toma de Ciudad Juárez, el 10 de mayo de 1911, acontecimiento que dio paso a los Tratados de Ciudad Juárez, los cuales sellaron la caída de Porfirio Díaz y su eventual destierro a finales del mismo mes.

La crisis de gobernabilidad que enfrentó Madero debido al incumplimiento de la restitución de tierras prometido en el artículo 3 del Plan de San Luis y a la animadversión por parte de la vieja guarida porfiriana, impidió la deposición de las armas y a su vez gestó el golpe de Estado en su contra en febrero de 1913. En este contexto, Francisco Villa refrendó su apoyo al maderismo al rechazar unirse a la rebelión de Pascual Orozco en 1912; por petición del entonces presidente de la República, ingresó a las filas de la División del Norte bajo las órdenes de Victoriano Huerta.

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Por su participación en diversas batallas en los estados de Chihuahua y Durango, Villa fue ascendido a general brigadier “honorario”; título que fue recalcado con desprecio una y otra vez por Huerta y demás generales federales que combatían la rebelión orozquista. A consecuencia de las fricciones con su jefe inmediato, fue aprendido y encerrado en la prisión militar de Tlatelolco; con el apoyo del gobernador de Chihuahua Abraham González y de Gustavo A. Madero, enfrentó un juicio sin la esperada intervención del entonces presidente.

Hacia finales de 1912 Villa logra escapar de la prisión de Tlatelolco y llega a la ciudad de El Paso, Texas. En el momento que intentó volver a suelo mexicano, se propició el cuartelazo en contra de Madero, su deposición como presidente y su eventual asesinato el 22 de febrero de 1913. Un mes después, el “Centauro del Norte” regresó a México para luchar en contra del gobierno usurpador de Huerta, bajo el mando de Venustiano Carranza quien le dio el grado de general brigadier.

En septiembre de 1913 se configuró una nueva División del Norte a iniciativa de los líderes revolucionarios de la región, producto de las ofensivas de Pascual Orozco –ahora del lado huertista—y cuyo propósito fue enfrentar a éste bajo un mando militar común. Por elección, Francisco Villa asumió el cargo como jefe de la División del Norte. Por la exitosa campaña militar que emprendió en contra del ejército federal en los estados de Chihuahua, Durango y Coahuila, fue que se le empezó a conocer como el “Centauro del Norte”.

Entre diciembre de 1913 y enero de 1914, Villa asume la gubernatura provisional del estado de Chihuahua por designio de los jefes revolucionarios. Las fricciones entre él y el primer jefe constitucionalista, Venustiano Carranza, comienzan a hacerse patentes producto de la desconfianza latente del segundo; el carisma y la capacidad militar de Doroteo Arango fueron interpretadas como una constante amenaza para los objetivos políticos del ex gobernador de Coahuila.

El 23 de junio de 1914, las tropas de la División del Norte avanzaron y tomaron la ciudad de Zacatecas –batalla decisiva para la caída del gobierno de Huerta, semanas después—en contra de las órdenes de Venustiano Carranza, quién cortó suministros de carbón y armas, impidiendo el avance de las fuerzas villistas hacia la capital del país, la cual finalmente fue ocupada por las tropas de Álvaro Obregón. Ante la inminente ruptura militar entre Villa y Carranza, se firma el Pacto de Torreón, en donde se reconoce la primacía del primer jefe constitucionalista y se acuerda su presidencia interina; sin embargo, el “Centauro del Norte” exigió el cumplimiento inmediato del Plan de Guadalupe y la realización de la convención de líderes revolucionarios.

La Convención de Aguascalientes aglutinó a los líderes revolucionarios que se dieron cita en la capital del estado el 14 de octubre de 1914. Para garantizar que estuvieran presentes todas las facciones beligerantes, se tuvo que negociar la aceptación del Plan de Ayala, programa político del Ejército Libertador del Sur comandado por Emiliano Zapata. Las pugnas por el reconocimiento y control de la Convención, así como la incapacidad de llegar a acuerdos por parte de Carranza y Villa, llevó a que los líderes revolucionarios decidieran separarlos de sus respectivos cargos el 1 de noviembre y al mismo tiempo nombraron a Eulalio Gutiérrez como presidente de la República con 88 votos a su favor.

Inicialmente Villa estuvo de acuerdo con lo dictado por la Convención, pero Carranza decidió trasladarse hacia Veracruz desconociendo la autoridad de los grupos revolucionarios representados y su capacidad para decidir sobre su cargo como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista. Ante esta situación se preparó el escenario para que continuara la guerra civil durante 1915.

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Durante diciembre de 1914 Villa asumió el cargo de Jefe de operaciones del Ejército de la Convención; marchó hacia la Ciudad de México para entrevistarse con Emiliano Zapata con quien firmó el Pacto de Xochimilco el día 4. El día 6 villistas y zapatistas desfilaron por las calles de la capital y entraron finalmente a Palacio Nacional, sede del Poder Ejecutivo; fue el momento en el que Doroteo Arango ocupó la silla presidencial.

Sin embargo, Villa abandonó la capital y se preparó para enfrentar a Carranza sin el apoyo de Zapata, pues lo acordado en Xochimilco no se llevó a cabo. Entre abril y junio de 1915 tuvieron lugar las batallas del Bajío; en estos encuentros en Celaya, Trinidad y León, se decidió la suerte en esta fase de la Revolución. Villa con su División del Norte, se midió con las fuerzas de Carranza comandadas por Álvaro Obregón.

Con errores de cálculo en cuánto a la capacidad estratégica y militar de Obregón, y con plena confianza producto de la toma de Guadalajara y Monterrey, Villa enfiló el grueso de su ejército hacia el Bajío; ignoraba la nueva estrategia de guerra de trincheras que Obregón usaría en su contra, la cual se estaba empleando en Europa durante el desarrollo de la Primera Guerra Mundial. Con pocas municiones y sin mayores reservas, las caballerías de la División del Norte se lanzaron contra las fortificaciones de Obregón, pero fueron ineficaces por el control del terreno que ejercieron sus contrarios. Ignorando las recomendaciones de Felipe Ángeles de retroceder y provocar el desgaste de las tropas obregonistas y animado por su poderío militar, Villa continuó el asedio conduciendo con ello a su ejército hacia la derrota y a su eventual desaparición.

Después del estrepitoso fracaso de Guanajuato Villa intentó recobrar fuerza, pero no prosperó. Hacia finales de diciembre de 1915 no le quedó más remedio que disolver lo que restaba de la División del Norte, pues muchos de sus generales y hombres pactaron su rendición con Álvaro Obregón y depusieron las armas; el dominio de Carranza sobre la mayor parte del país le granjeó el reconocimiento del gobierno estadounidense, lo que significó la última piedra sobre la carrera político-militar de Doroteo Arango.

A principios de 1916 Villa ejecutó a dieciocho ciudadanos norteamericanos en Chihuahua, como represalia por la confiscación de armas que le realizaron agentes del país vecino. En el mes de marzo, tras enterarse del congelamiento de sus cuentas bancarias en el Columbus State Bank, villa atacó con trescientos sesenta hombres la población del mismo nombre en el territorio de Nuevo México. Debido a esa acción, tropas norteamericanas se internaron en territorio nacional para perseguirlo; el “Centauro del Norte” permaneció prófugo durante poco menos de un año.

Entre 1917 y 1919, Francisco Villa practicó la guerra de guerrillas nuevamente al lado de un pequeño grupo militar que le permaneció fiel. Durante este periodo se registraron los momentos más cruentos de la personalidad del caudillo: estableció un servicio militar forzoso, ordenó el fusilamiento de prisioneros y soldaderas; permitió el saqueo constante de haciendas y violaciones. Todo ello animó a la población civil a armarse en su contra, lo que mermó su aceptación social.

A finales de 1918 el general Felipe Ángeles volvió a sumarse a las huestes de Villa para preparar la defensa de territorio nacional ante una supuesta amenaza de invasión estadounidense. Al año siguiente la tensión entre ambos líderes militares llegó a su punto máximo: la decisión del “Centauro del Norte” de fusilar a familiares del general carrancista Maclovio Herrera y de tomar Ciudad Juárez sin el acuerdo común con Ángeles, llevó a que éste decidiera separarse durante el mes de junio y abandonara definitivamente su pretensión de buscar la aceptación del gobierno norteamericano para Villa.

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En 1920 la actividad revolucionaria de Doroteo Arango finalizó debido al asesinato de Venustiano Carranza en marzo de aquel año. Villa aceptó rendirse y junto con él depusieron las armas dos generales, 83 jefes, 160 oficiales y 558 soldados de tropa el 26 de junio, mediante la firma de los acuerdos de Sabinas. Al deponer las armas, el gobierno de Adolfo de la Huerta le entregó la hacienda de Canutillo, ubicada cerca de Durango, a la cual se retiró y en donde estableció esquemas de trabajo comunal.

En 1922 Villa revela en algunas entrevistas a periodistas nacionales y estadounidenses su apoyo al gobierno de Adolfo de la Huerta, su capacidad para levantar a un ejército de 40 mil hombres en poco tiempo y su pretensión de gobernar su estado natal. Finalmente, el 20 de julio de 1923, muere asesinado en Hidalgo del Parral Chihuahua; para algunas fuentes históricas esas declaraciones a los medios de comunicación de su época, motivaron su ejecución por parte del gobierno de Álvaro Obregón, o la permitió aun cuando había conocimiento de los planes para atentar en su contra.

La figura de Doroteo Arango ha sido de las más estudiadas durante la época de la Revolución y seguirá causando esa inquietud por la naturaleza misma de su persona y por los hechos en los cuales intervino.

Hasta el día de hoy, el personaje de Francisco Villa sigue siendo objeto de estudio e investigación debido a que su tumba fue profanada en febrero de 1926 y su cabeza robada, la cual sigue desparecida en la actualidad.

Fuentes:

Katz, Friedrich, Pancho Villa, Era. México, 2000.

Mendez Lara, Francisco Iván, “Francisco Villa en la prensa carrancista (1914-1915). La construcción del adversario”, en Bibliographica, vol. 3, núm. 1, 2020. Marzo-Septiembre, pp. 211-240. Universidad Nacional Autónoma de México. Instituto de Investigaciones Bibliográficas.

Taibo II, Paco Ignacio, Pancho Villa. Una biografía narrativa, Editorial Planeta. México, 2006.

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