Fuente: https://bit.ly/3vG8MaQ

El Día de Muertos es una de las tradiciones más importantes de nuestro país, ya que en esta efeméride se refleja la pervivencia de prácticas culturales muy añejas, que han influido en la cotidianidad de miles de familias a lo largo y ancho de territorio mexicano. El Día de Muertos es una de las festividades que identifican a México en el plano internacional, por la alegría y el colorido observable en torno a uno de los sucesos más complejos e impactantes de la existencia humana: la muerte.

En los pueblos mesoamericanos existía la noción de la muerte como un cambio dentro del ciclo de la vida; no como una conclusión, sino como una renovación[1]. Con el periodo de la conquista se presentó un proceso de apropiación cultural[2], concepto elaborado por el antropólogo mexicano Guillermo Bonfil Batalla, mediante el cual se analiza lo que sucede en el momento que una cultura es impuesta sobre otra y cómo los elementos culturales del grupo que se impone son apropiados por los sometidos, de tal manera que éstos últimos detenten capacidad de decisión sobre dichos elementos y aún puedan producirlos o reproducirlos.

Las festividades del catolicismo, el Día de Todos los Santos y el Día de las Ánimas, llegaron procedentes de la península Ibérica y se establecieron durante todo el periodo colonial; las fechas destinadas para la celebración son aquellas en las que actualmente muchas familias le rinden culto y conmemoran a sus familiares fenecidos; días en los que se espera su retorno del “más allá”, con el fin de que puedan gozar de las viandas que más disfrutaban en vida.

El propio poeta mexicano Octavio Paz, en su Laberinto de la Soledad, había mencionado la particularidad de la cultura mexicana en su conjunto, al celebrar la muerte con la fiesta, en medio de comida, bebida y baile.

En cada región de nuestro país se reproduce de forma diferente esta celebración; en algunos lugares dura más tiempo que en otros; algunas poblaciones acostumbran ir a los cementerios a adornar las tumbas de sus seres queridos y se encienden velas para alumbrar el retorno de las almas que vienen al mundo de los vivos de visita, despidiéndolas varios días después mediante el mismo ritual; en las casas suena la música que el difunto disfrutaba en vida y platillos especiales son cocinados para la convivencia entre vivos y muertos.

Todo lo anterior se lleva a cabo en casas adornadas con objetos pintados de los colores más vivos, y en donde también se puede encontrar una de las construcciones simbólicas más importantes de esta festividad: el tradicional altar de muertos de 7 niveles, aunque también se pueden encontrar de dos o tres niveles. Cada uno de los cuales hace referencia a los diferentes estratos de la existencia, con base en el carácter ecléctico de nuestra cultura.

La alegría de la muerte. Un rasgo propio e inconfundible de la cultura mexicana.

 

[1] Losada, Teresa, “La Vigencia de la tradición cultural mesoamericana en Milpa Alta, pueblo antiguo de la ciudad de México”, en Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, vol. XVLII, núm. 195, septiembre-diciembre, 2005. Universidad Nacional Autónoma de México. Distrito Federal, México. P. 205

[2] Bonfil Batalla, Guillermo, “La teoría del Control Cultural”, en Anuario Antropológico, Editora Universidad de Brasilia-Tempo Brasileiro. Disponible en https://bit.ly/2qhjC6t, consultado el día 25-10-2021.

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