Fuente: https://bit.ly/3NphYaL

Uno de los personajes más controversiales dentro de la historia de nuestro país es el general liberal Porfirio Díaz; la peculiaridad de su figura deviene de su larga permanencia al frente del gobierno mexicano durante las últimas décadas del siglo XIX y  las primeras del siglo XX.

José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, nació el 15 de septiembre de 1830 en la ciudad de Oaxaca; sus padres fueron Petrona Mori, originaria de la región Mixteca de aquel estado, y José Faustino Díaz, artesano hojalatero descendiente de españoles. El progenitor de Porfirio murió de cólera cuando él tenía tres años, por lo que su educación y cuidado estuvo a cargo de su madre, quién también administró el Mesón la Soledad, que era de su propiedad.

El longevo general inició su educación en la escuela primaria municipal de su ciudad natal y aprendió latín en la parroquia de San Pedro Teococuilco. Su tío, el clérigo José Agustín Domínguez, orientó su formación hacia el servicio eclesiástico y Díaz ingresó al Colegio Seminario Conciliar de Oaxaca como alumno externo; sin embargo, debido a la influencia de Maco Pérez, conocido liberal oaxaqueño, abandonó los estudios clericales y decidió ingresar al Instituto de Ciencias y Artes del estado para estudiar leyes.

En su formación, intervinieron distinguidos profesores como Benito Juárez, en ese momento gobernador de Oaxaca, Manuel Dublán y Manuel Iturribarría, entre otros. Su familia enfrentó una importante crisis cuando el Mesón quebró y tuvieron que mudar su lugar de residencia; su madre abrazó el oficio de hilandera y tejedora de puntas de rebozo. Díaz, siendo el hijo mayor, incursionó en diversos oficios para contribuir a la manutención familiar.

En 1846, con el estallido de la guerra entre México y Estados Unidos, Porfirio Díaz se enlistó en el servicio militar; fue la primera vez que incursionó en la vida armada, en el batallón Trujano de la Guardia Nacional. En 1854, Díaz se unió a la Revolución de Ayutla; participó en las operaciones de la población de Teotongo; peleó en contra de las fuerzas de Santa Anna al mando de José María Herrera; al ser derrotado por éste, estuvo prófugo hasta el triunfo liberal encabezado por Juan Álvarez e Ignacio Comonfort en 1855.

José María García, gobernador interino de Oaxaca, lo nombró subprefecto del distrito de Ixtlán; como primer mandatario estatal , Benito Juárez le dio el grado de mayor de infantería de la Guardia Nacional. Con la irrupción de la guerra de Leyes de Reforma, Díaz regresó al servicio activo militar, participando en el bando liberal en defensa de la Constitución de 1857; en el año de 1858 participó en la toma de la ciudad de Oaxac y en 1859 fungió como comandante militar del distrito de Tehuantepec.

En 1861, ya con el grado de coronel, Díaz entró triunfante con sus tropas junto al resto del ejército liberal a la Ciudad de México el 4 de enero, hecho con el que terminó la “Guerra de los tres años”. En ese año, padeciendo tifo, fue electo como diputado al segundo Congreso federal por el distrito de Ocotlán, municipio de su natal estado; unos meses después pidió licencia para enfrentar la rebelión del conservador Leonardo Márquez; después de derrotarlo, Benito Juárez, en su carácter de presidente constitucional, lo ascendió a general de brigada.

En 1862, Díaz enfrentó la invasión francesa, el 28 de abril, en la batalla de las Cumbres de Alcultzingo y, unos días después, el 5 de mayo, en la defensa de la ciudad de Puebla; un año más tarde, enfrentó el sitio de los franceses a esa misma ciudad acaecido en el 16 de marzo.

Derrotado, ya con el grado de general efectivo de brigada,  Díaz, junto a otros generales liberales, entre los que se encontraban Gonzáles Ortega, Ignacio de la Llave y Mariano Escobedo fue hecho prisionero por la fuerzas de Forey, negándose todos ellos a firmar el compromiso de permanecer neutrales hasta el término del conflicto.

Después de escapar hacia la Ciudad de México, Díaz fue ascendido por el gobierno de Juárez a general de división en octubre de 1863 y se hizo cargo del Ejercito de Oriente, cuya jurisdicción se encontraba en los estados de Oaxaca, Veracruz, Chiapas, Tabasco, Campeche y Yucatán. Unos días después de su nombramiento, el 28 de octubre, asumió la responsabilidad como gobernador interino de su estado natal; en enero de 1865, rindió la ciudad al asedio del mariscal Bazaine, quien la había sitiado; fue hecho prisionero y preso en un convento, del cual pudo escapar ocho meses después.

En 1866, nuevamente al mando del Ejército de Oriente, Díaz logró descalabrar en varias ocasiones al ejército invasor y a los conservadores que se les habían unido; el 31 de octubre, recuperó el control de la ciudad de Oaxaca; el 2 de abril de 1867, el general Díaz recuperó el control de la ciudad de puebla, después de semanas de sitio; el 21 de junio, Díaz tomó el control de la Ciudad de México, después de haberla sitiado durante algunos meses; poco tiempo antes, Maximiliano entregaba la ciudad de Querétaro a las fuerzas juaristas.

Terminada la defensa en contra de la intervención de Maximiliano, Díaz se presentó como candidato a la presidencia de la República, disputándole la elección a Benito Juárez; ante la derrota en las elecciones de noviembre de 1867, Díaz se retiró a la hacienda de la Noria en su estado natal y se alejó de la vida política, rechazando el nombramiento de embajador en Estados Unidos, ofrecido por el mismo Juárez.

En 1871, después de perder nuevamente la elección presidencial frente a Juárez, Díaz desconoció el gobierno de Juárez y lanzó su Plan de la Noria; fue derrotado y abrazó el exilio en la ciudad de Nueva York, en Estados Unidos. A su regreso al país, después de la muerte de Juárez, ocurrida en 1872, se retiró a la vida privada; tres años después, en 1875, ante la inminente reelección de Sebastián Lerdo de Tejada, Díaz publicó el Plan de Tuxtepec, en el cual denunció violaciones a la Constitución, abrazando el principio de la no reelección, defendiendo la soberanía de los estados, y levantándose en armas; en 1876, después del enfrentamiento, Lerdo de Tejada abandonó el poder en el mes de noviembre.

Para mayo de 1877, Díaz protestó por primera vez como presidente de la República; los primeros cuatro años de una larga administración de poco más de tres décadas quedó inaugurada. Durante su larga administración, que sólo se vio interrumpida por el pequeño paso de Manuel González de 1880 a 1884, el gobierno del general oaxaqueño se caracterizó por establecer la paz a través de una política de mano dura.

La tranquilidad política del país permitió que México fuera incorporando poco a poco los avances tecnológicos engendrados a partir de la Segunda Revolución Industrial, que tuvo lugar a nivel global y que, en la expansión del capitalismo como sistema económico dominante, resultaron indispensables para garantizar el desarrollo de los Estados recién nacidos, en el Siglo XIX, en el continente americano.

Durante el periodo presidencial de Porfirio Díaz, México se volvió atractivo para la inversión extranjera directa; capitales norteamericanos y de países del viejo continente como Inglaterra, Alemania, Francia, entre otros, comenzaron a invertir principalmente en el sector minero y, hacia principios de la centuria pasada, en la explotación del hidrocarburo base para el acelerado desarrollo de la industria: el petróleo.

Por su parte, el desarrollo tardío del país, dio pie al nacimiento de una clase política y económica que durante treinta años se apostó en el poder, impidiendo el ascenso de cualquier grupo, sector o personaje ajeno a sus intereses.

El acaparamiento y despojo de tierras se dio al amparo de las relaciones establecidas para la conservación del status qu consolidado durante tres décadas; la marginación, el atraso y el sometimiento de la base de aquella pirámide social porfiriana gestaron paulatinamente el estallido de un movimiento social y armado de grandes proporciones, sólo comparable con lo ocurrido cien años antes durante los primeros meses de la revolución de Independencia; al amparo del orden y del progreso, se estableció un sistema de semiesclavismo en las zonas rurales y en las fábricas de nuestro país.

En 1908, Díaz dio muestra de su deseo de retirarse de la vida pública del país y en una entrevista realizada al periodista norteamericano James Creelman, aseguró su despedida y abrió la puerta para una mayor organización y participación política con miras a las elecciones de 1910.

Francisco I. Madero, un hacendado y político del norte del país, se perfiló como el más serio contendiente para relevar al longevo general en dichas elecciones; sin embargo, a unos meses de efectuarse el proceso electoral fue aprehendido por órdenes presidenciales.

Con Madero en la cárcel, Díaz ganó nuevamente las elecciones de 1910. Aunque confiado en su régimen y, en medio de las celebraciones del centenario de la Independencia de nuestro país, la hecatombe estalló el 20 de noviembre de ese mismo año. En tan sólo seis meses, el ejército regular porfiriano perdió terreno frente a las tropas revolucionarias que se alzaron en distintos puntos estratégicos del país y fueron constriñendo la autoridad de un cansado y longevo general.

El 10 de mayo de 1911 Ciudad Juárez cayó; los revolucionarios se hicieron del control de la zona por la cual podrían cortar el suministro de diferentes insumos necesarios para la supervivencia del sistema porfiriano. El 21 del mismo mes, los representantes del todavía presidente firmaron los Tratados de Ciudad Juárez con la dirigencia revolucionaria, con el cual se pactaba la dimisión de Díaz y el día 25, se presentaba la renuncia del anciano dictador ante el Congreso.

El 26 de mayo de 1911, Porfirio Díaz Mori, abordó el tren que lo conduciría hasta el puerto de Veracruz y el día 31 se embarcó con rumbo hacia el viejo continente. En su estancia en Europa, disfrutó de la vida social francesa; sus últimos años los dedicó a viajar a diferentes destinos sólo frecuentados por la élite política y económica del viejo continente, hasta que el estallido de la Primera Guerra Mundial lo obligó a encerrarse.

Exiliado, Porfirio Díaz murió el 2 de julio de 1915. Sus restos, nunca fueron repatriados a México y actualmente se encuentran en el cementerio de Montparnasse, en París.

 

Fuentes:

Carmona Doralicia, “Porfirio Díaz Mori”, en Memoria Política de México, disponible en https://bit.ly/2JLvTHQ, consultado el 28-06-2020.

González Luis, “El liberalismo triunfante”, Historia General de México, El Colegio de México. México, 2000. Pp. 633-701.

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