El estallido de la Revolución mexicana fue propiciado por múltiples factores, entre los que se encontraban los agudos problemas laborales y sociales tanto en el sector rural como en las áreas urbanas; las crisis económicas experimentadas durante el largo gobierno de Díaz; el surgimiento de grupos políticos opositores al régimen, quienes se manifestaron por medio de la prensa, como los hermanos Flores Magón y, las declaraciones del propio presidente en torno a la vida democrática del país.
El 3 de marzo de 1908, en medio de un ambiente de aparente calma se publicó una entrevista entre Porfirio Díaz y el periodista James Creelman para Pearson´s Magazine en el castillo de Chapultepec; la entrevista en español fue publicada por el periódico El Imparcial.
Fuente: https://bit.ly/2HaT40l
La entrevista se realizó en calma y sin mayor contratiempo; en ella Creelman describe el carácter y la personalidad de Díaz, así como las impresiones que le dejó el trato directo con el viejo dictador, el cual, desde otros matices, podía ser visto como el personaje que propició que México pasara de ser un país caótico a una nación próspera, capaz de asumir sus obligaciones con sus acreedores extranjeros[1].
La entrevista se desarrolló en torno al extenso periodo de tiempo que el longevo presidente tenía en el poder y al ingrediente político esencial de las naciones capitalistas de occidente: la democracia.
Sin más rodeos, Díaz hizo pública su pretensión de abandonar el poder y declaró que nuestro país estaba preparado para practicar la vida democrática a través sus instituciones.
Las declaraciones del general se dieron dos años antes de la próxima contienda electoral del país; así que, a la par de tales manifestaciones surgieron aspirantes a sucederlo por la vía democrática en las elecciones de 1910, entre ellos, Francisco I. Madero, quien a raíz de la mencionada entrevista publicó un libro intitulado “La sucesión presidencial de 1910”.
No obstante, Díaz cambiaría de parecer y finalmente se postularía como candidato en dichos comicios, de los cuales salió triunfador, en medio de un muy cuestionado proceso electoral.
Estos eventos sirvieron de antecedente para la determinación revolucionaria de iniciar o construir un nuevo régimen político que garantizara la estabilidad y la paz pública en la democracia[2] y propiciaron el surgimiento de una serie de principios ideológicos para blindar las nuevas bases legales electorales y el surgimiento de los organismos partidarios.
En medio de la crisis histórica que siguió al último intento de reelección del general Díaz, entre octubre de 1910 y diciembre de 1911, se discutió y aprobó una nueva ley electoral para la renovación de los poderes federales: presidencia de la República, diputados y senadores.[3]
[1] Entrevista Díaz-Creelman, disponible en https://bit.ly/2p5EM7W, traducción de Mario Julio del Campo, consultado el 2-03-2020.
[2] Arreola Ayala, Álvaro. Legislación electoral y partidos políticos en la República Mexicana 1917-1945. INEHRM; México, 2015. P. 53.
[3] Ibid. P. 58.