Con poco más de treinta años en el poder, después de pacificar al país y propiciar el crecimiento económico a través de la inversión extranjera, la larga administración del general liberal José de la Cruz Porfirio Díaz Mori llegó a su fin en medio de lo que fuera la primera revolución social y armada de América Latina durante el siglo XX[1].
El movimiento armado, auspiciado por la decadencia y la falta de depuración política del sistema porfiriano, así como por la grave desigualdad social que se propició con el auge económico, terminó de tajo con una administración en apariencia sólida y evidenció la fragilidad e ineficacia de su cuerpo militarizado.
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La revolución, iniciada el 20 de noviembre de 1910, se extendió rápidamente sobre ciudades y poblaciones importantes, tanto en el sur como el norte del país. Bajo la bandera maderista que buscaba democratizar la vida política del país y mejorar las condiciones de vida de la población –de acuerdo a los preceptos enunciados en el Plan de San Luis[2]–los levantamientos armados se sucedieron uno tras otro y las fuerzas maderistas ganaron terreno rápidamente a la milicia porfiriana.
Antes de cumplirse los primeros seis meses de 1911, las huestes revolucionarias asestaron el jaque mate al agonizante gobierno de Díaz: el 10 de mayo de aquel año la fuerzas maderistas encabezadas por Pascual Orozco y Francisco Villa tomaron Ciudad Juárez.
Con la toma de aquella ciudad, el gobierno de Díaz se vio obligado a entablar el diálogo con el maderismo, lo que eventualmente derivó en la firma de los Tratados de Ciudad Juárez[3], documento que se firmó el 21 de mayo de 1911.
En dichos acuerdos se estipuló el cese al fuego y la irrevocable renuncia a la presidencia de la República de Porfirio Díaz, así como el interinato de Francisco León de la Barra, el cual fungió como Secretario de Relaciones de la administración porfiriana, y quien estaría obligado a convocar a un periodo extraordinario de elecciones en los términos que establecía la Constitución de 1857.
Finalmente, el 25 de mayo de 1911, en el Pleno de la Cámara de Diputados federal y de conformidad con los acuerdos de Ciudad Juárez, el longevo presidente presentó su renuncia, dejando en su lugar a su Secretario de Relaciones Exteriores.
Finalmente, el 31 de mayo de 1911, seis meses después de haberse iniciado el movimiento armado, Díaz partió al exilio en Francia desde el puerto de Veracruz, en donde se le rindieron honores militares, para después abordar el vapor alemán Ypiranga. Una vez arriba del barco, Díaz pronunció las siguientes palabras:
Veracruzanos: Al abandonar este rincón querido del suelo mexicano, llevo la inmensa satisfacción de haber recibido hospitalidad en este noble pueblo y esto me satisface doblemente porque he sido su representante en el Congreso de la Unión. Al retirarme guardo este recuerdo en lo más íntimo de mi corazón y no se apartará de él mientras yo viva[4].
[1] Santana, Adalberto, “La revolución mexicana y repercusión en América Latina”, en Latinoamérica. Revista de Estudios Latinoamericanos, núm. 44, 2007, pp. 103-127. Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe. Distrito Federal, México. Se recomienda este texto para conocer la dimensión real de la Revolución mexicana y de su impacto en los países en Centro y Sudamérica durante el siglo XX.
[2] “Plan de San Luis Potosí”, disponible en https://bit.ly/2AMZaAq, consultado el 28-05-2019.
[3] “Texto de los Convenios de Ciudad Juárez”, disponible enhttps://bit.ly/2H3IXZj, consultado el 28-05-2019.
[4] Disponible en https://bit.ly/2wrcbwu, consultado el día 28-05-2019.