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El 8 de mayo de 1753 nació Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Mandarte y Villaseñor, en la Hacienda de Corralejo, Pénjamo, Intendencia de Guanajuato, clérigo que inició la lucha por la independencia de la Nueva España el 16 de septiembre de 1810, estando en ese momento al frente de un grupo conspiratorio que se había establecido en la ciudad de Querétaro, ocupando en la historia oficial de nuestro país, por tales hechos, el título del Padre de la Patria.
El Cura Hidalgo fue un criollo intelectual formado en los salones del Colegio de San Nicolás Obispo, ubicado en la ciudad virreinal de Valladolid.
Formado en el estudio del latín, del derecho, la filosofía y temas clericales, Miguel Hidalgo también tenía amplio conocimiento de algunas lenguas indígenas como el otomí, el purépecha y el náhuatl, con las que tuvo contacto gracias a la convivencia que, durante su niñez, mantuvo con los peones de la hacienda en la que nació y creció.
Después de concluir sus estudios, Hidalgo se mantuvo en la vida académica, al desempeñar diversas actividades dentro el Colegio en el que se formó; fue maestro, tesorero y rector de este a partir del año de 1788.
La invasión napoleónica de 1808 detonó el activismo político criollo intelectual en pro de la autonomía de la Nueva España; el territorio ultramarino más redituable de la Corona española.
Las colonias de la Monarquía habían sido golpeada económicamente a finales del siglo XVIII con la entrada de las “reformas borbónicas” y los cargos importantes en la administración pública y en la política estaban reservados para quienes habían migrado de la península al “nuevo mundo”; esta y otra serie de privilegios estaban vedados de facto para los criollos.
Llevar a debate y al mismo tiempo establecer la naturaleza ontológica del concepto de soberanía, fue una de las misiones principales para quienes podríamos considerar como los primeros criollos intelectuales insurgentes.
La soberanía dimana y recae en el pueblo, declaró Francisco Primo de Verdad, Síndico del Ayuntamiento de la Ciudad de México, en 1808; la repercusión de un postulado como el advertido por el funcionario criollo, abrió la puerta para que ante los acontecimientos registrados en la Península, en la Nueva España pudiera repensarse la estructura del gobierno que hasta ese momento era dominado ferozmente por los “gachupines”.
Después del golpe de Gabriel de Yermo que derivó en la deposición del Virrey Iturrigaray, y de la persecución, encarcelamiento y asesinato de la primera oleada de intelectuales criollos que comenzaron a esbozar la viabilidad de buscar la autonomía de la Metrópoli en medio del conflicto con el imperio de Napoleón, comenzaron a gestarse diversos grupos de criollos conspiradores.
Estos grupos eran nutridos, sobre todo, de abogados, militares, comerciantes, personajes adinerados de la época e incluso, poco frecuente por la situación ideológica y social del momento, comenzó a darse una abierta participación de las mujeres en temas políticos, producto de la importante coyuntura registrada en Europa.
El grupo conspiratorio que encabezaba Hidalgo, ubicado en la casa del corregidor de la ciudad de Querétaro, era uno de los muchos que estaban discutiendo en secreto la manera en que podían intervenir en la proyección de un nuevo orden colonial que reconociera la autoridad de Fernando Séptimo y su derecho a seguir gobernando sobre el territorio de la Nueva España.
Para ese momento, el grupo conspirador de Querétaro no había considerado la posibilidad de una independencia total de la Corona española, pues su único propósito era irrumpir en el escenario político-administrativo tanto del lado clerical como del administrativo.
El grupo conspirador de Querétaro fue descubierto y la Revolución de Independencia se inició de manera estrepitosa después de una arenga en el atrio de la parroquia del pueblo de Dolores, de la cual Hidalgo era cura.
La inclusión de las castas y de las bases de la pirámide social novohispana en la lucha armada no estuvo consensuada por los criollos intelectuales de clase media, los cuales pasaron de ser propiamente conspiradores, a líderes visibles de una revuelta que trastocaría el orden monárquico, para dar paso a un orden imperial y después republicano.
El programa político de Hidalgo, pasó de ser un plan que se fundamentara en la autonomía y el reconocimiento de la Corona española, a un plan con miras a la independencia.
Con el paso de los meses, en el que el cura Hidalgo estuvo al frente de la insurgencia, fraguó sus intenciones, las cuales manifestó a través del diario impreso que fundó en la ciudad de Guadalajara, conocido como “El Despertador Americano”:
… los invictos caraqueños, esos criollos valientes y esforzados que Dios nos ha puesto por modelos, sacudieron el yugo de la sujeción desde el día 19 de abril de ese mismo año y se mantienen libres e independientes desde año… nos creemos autorizados por el Ser supremo, de quien recibimos los mismos derechos naturales que los demás hombres, para aspirar abiertamente a la independencia… y juramos por lo más sagrado que la Religión y la Naturaleza abrigan en su seno, que no dejaremos las armas de la mano, hasta conseguir nuestras justísimas pretensiones…
No obstante, quién recibiría el mote del Padre de la Patria, fue capturado y fusilado en Nueva Vizcaya, hoy en el estado de Chihuahua, el 30 de julio de 1811, después de que su movimiento declinara estrepitosamente tras sufrir importantes derrotas a manos del ejército realista.
A pesar de caer pocos meses de haber iniciado la revolución de independencia, sus intenciones y algunos de sus postulados fueron recogidos por otros prominentes insurgentes como Morelos y, finalmente, el movimiento que inició tuvo su conclusión el 27 de septiembre de 1821.
Fuentes:
- “El despertador Americano”, Guadalajara, no. 2, 27 de diciembre de 1810, p. 5. Archivo Consultado en la Hemeroteca Nacional.
- “Historia General de México”, El Colegio de México, México 2002.
- Natalicio de Don Miguel Hidalgo y Costilla, disponible en https://bit.ly/35E0ljh, consultado el 5-05-2020