La Revolución mexicana fue el primer movimiento social de gran envergadura que se dio en América Latina a inicios del siglo XX[1]. Sus consecuencias se extendieron el resto de la centuria en México, ya que dicho evento influyó determinantemente en la forma que se organizó nuestra república.
Su importancia está presente en la redacción original del texto constitucional vigente en nuestra nación; a la protección formal que el Estado mexicano brindaba a los habitantes del territorio a través de las garantías individuales contempladas en la Constitución de 1857, se sumaron los derechos sociales consagrados en los artículos 3°, 27° y 123° de la Carta Magna de 1917.
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El movimiento armado fue detonado a causa del fraude electoral que el gobierno encabezado por Porfirio Díaz perpetró en contra de Francisco I. Madero en las elecciones presidenciales de 1910.
La lucha convocada por Madero en su Plan de San Luis[1] inició formalmente el 20 de noviembre de aquel año. Sin embargo, el malestar en contra de la perpetuación de Díaz en el poder –junto a todo su séquito de longevos funcionarios, comúnmente conocido como “los científicos”—se había manifestado desde una década antes.
Con anterioridad al movimiento maderista existieron grupos políticos opositores al régimen porfiriano, como el encabezado por los hermanos Flores Magón: el Partido Liberal Mexicano[2].
Durante la gestión de Díaz se implementó un proyecto modernizador basado en la tenencia de la tierra; con la seguridad jurídica de la propiedad agraria llegó el desarrollo de las vías de comunicación: ferrocarriles, carreteras, puertos, telégrafos y teléfonos[3].
En el plano social, los conflictos, en un país con un gran número de población rural, se agravaron por el acaparamiento de tierras a manos de pocas familias acomodadas, beneficiarias del tutelaje porfiriano.
El semiesclavismo que imperó durante este periodo, pudo reproducirse a través de los mecanismos de endeudamiento puestos en marcha; las tiendas de raya fueron el epítome de aquel peculiar esquema de explotación. Tal era la situación, que incluso se pretendió endeudar a las siguientes generaciones por medio de este tipo de actividades[4].
Asimismo, la condición de los obreros de la naciente industria de finales del siglo XIX y principios del XX, propició una movilización social a gran escala en la que se buscó mejorar las condiciones de trabajo a las que eran sometidos adultos, pero también niños, al interior de fábricas o maquilas dentro de territorio nacional[5].
La lucha obrera se extendió hasta la conformación del sindicalismo en nuestro país, aunque tiempo después, en la segunda mitad del siglo XX, el corporativismo mexicano desvirtuó en buena medida la organización de la clase trabajadora e hizo posible la aparición del sindicalismo charro.
La Revolución mexicana se puede dilucidar como la expresión de una sociedad inmersa en una profunda crisis; crisis que abarcaría los aspectos políticos, económicos y sociales, que después de cierto tiempo se volvieron agudas e insostenibles.
El 20 de noviembre de cada año nos recuerda el por qué buena parte de la población mexicana de inicios del Siglo XX, decidió unirse aun movimiento armado que entre otras cosas prometía un cambio sustancial a las condiciones de existencia que prevalecían en la mayor parte de nuestro país, lo que propició el reconocimiento y protección de los derechos sociales en México.
[1] Santana Adalberto, “La Revolución mexicana y su repercusión en América Latina”, en Latinoamérica. Revista de Estudios Latinoamericanos, núm. 44, 2007, pp. 103-127. Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe. Distrito Federal, México.
[2] Plan de San Luis, disponible en https://bit.ly/2ND81Lx, consultado el 16-11-2020.
[3] Programa del Partido Liberal Mexicano, disponible en https://bit.ly/2CwfDZB, consultado el 11-11-2019.
[4] Macías Vázquez, María Cármen; Pérez Contreras, María Montserrat, “La propiedad agraria durante la época porfiriana”, disponible enhttps://bit.ly/2X5bPIz, consultado el 16-11-2020.
[5] Lagunas Ruiz, Hilda, “Vida cotidiana y laboral en las haciendas de Zinacantepec, siglos XIX y XX”, en La Colmena, núm. 70, abril-junio, 2011, pp. 83-95. Universidad Autónoma del Estado de México. Toluca, Estado de México. La autora refiere que en algunas haciendas del Estado de México, las deudas en salarios de las haciendas hacia sus trabajadores eran mayor que las de los trabajadores hacia sus patrones.
[6] Torres Guillén, Jaime, “La resistencia política en México: sindicatos, movimientos sociales y convergencia”, en Espiral, núm. 51, mayo-agosto, 2011, pp. 201-233. Universidad de Guadalajara. Guadalajara, México.