Fuente: https://bit.ly/3MOrNPY
El 1 de enero de 1861 entró triunfante a la Ciudad de México el ejército liberal, lo que marcó el fin de la “Guerra de Leyes de Reforma” o “Guerra de los Tres Años”, la cual fue propiciada por la entrada en vigor de la Constitución de 1857 y el desconocimiento de esta por parte de Ignacio Comonfort, a finales de ese mismo año.
Con el restablecimiento de la República, Benito Juárez fue declarado por el Congreso presidente constitucional y, el 15 de junio de 1861, rindió el juramento correspondiente. La política mexicana bajo la tutela liberal dio paso a la aplicación de las Leyes de Reforma y a una efectiva separación del Estado y la Iglesia.
Así mismo, la laicidad dentro del orden gubernamental se pregonó por todo el territorio nacional, lo que provocó el descontento de los grupos conservadores, los cuales movilizaron diferentes recursos, así como lo que les quedaba de efectivos militares, para intentar recobrar el poder que habían mantenido durante tres años.
Para no lidiar con alguna variable exógena, un día después de la toma de la Ciudad de México, el ministro de Relaciones Exteriores de México, Melchor Ocampo, expulsó del país a los representantes de España, del Vaticano, Guatemala y Ecuador, bajo el argumento de haber apoyado moralmente al gobierno conservador.
Ante las medidas tomadas por el nuevo orden liberal, el conservadurismo se levantó en armas, empero sin lograr victorias importantes que le permitieran adjudicarse ciudades estratégicas.
Para sofocar la rebelión, el gobierno de Juárez se vio limitado de recursos económicos para poder hacerle frente de manera efectiva, por lo que, el 17 de julio de 1861, se expidió un decreto con el cual se suspendieron por dos años los pagos de todas las deudas públicas, lo que incluían las obligaciones con el extranjero.
Los ministros de Inglaterra y Francia, ese mismo día solicitaron la derogación de dicho decreto, lo cual no fue atendido; como consecuencia, el 25 de ese mismo mes ambas naciones rompieron relaciones diplomáticas con México.
Los mexicanos monarquistas que residían en Europa, al enterarse de la ruptura del gobierno mexicano con ambas potencias europeas revivieron la idea de establecer un gobierno monárquico en el país; José María Gutiérrez de Estrada y José Manuel Hidalgo, representantes de gobiernos conservadores anteriores, habían trabajado, desde muchos años atrás, en la búsqueda de posibles candidatos al trono de México. Durante la coyuntura de 1861, voltearon su mirada hacia la casa real de los Habsburgo.
En Viena, el conde de Reschberg, informado de lo sucedido en México y de los planes monárquicos de José Manuel Hidalgo, comunicó lo propio al emperador Francisco José, quien dio su beneplácito para ejecutar el plan, ya que también se le informó del apoyo otorgado por Napoleón III a dicha empresa.
La propuesta le fue notificada a Maximiliano de Habsburgo por medio del conde, quien advirtió una inminente aceptación bajo dos condiciones: el apoyo militar y económico de las potencias marítimas y el deseo manifiesto de nuestro país.
Pese a varias advertencias recibidas por parte de personajes cercanos y miembros del clero y de la política mexicana, con respecto a las adversidades que enfrentaría intentar el establecimiento de un nuevo imperio en nuestro país, Maximiliano accedió a tomar el trono de México.
Después de llegar a un acuerdo con representantes de los gobiernos que reclamaban pagos y la seguridad de sus connacionales en suelo mexicano, el 19 de febrero de 1862, en el contexto de los Tratados preliminares de la Soledad, España e Inglaterra abandonaron territorio nacional, mientras que Francia endureció su postura para intervenir de manera abierta en la nación mexicana.
El 12 de abril, con la inminente guerra encima, el gobierno de Juárez expidió un decreto en el que declaró traidores a los mexicanos que permanecieran en los lugares ocupados por los franceses, llamó a la defensa de la patria y autorizó a los gobiernos de los estados a conformar guerrillas y echar mano de recursos públicos para tales propósitos.
El 19 de abril ocurrieron los primeros enfrentamientos entre las fuerzas mexicanas y las invasoras; en Córdoba, el ejército al mando del general Ignacio Zaragoza se apostó en las cumbres de Acultzingo para impedir el avance francés hacia la capital, lo cual fue imposible. Reagrupando la defensa, Zaragoza se retiró y reunió a sus fuerzas en la ciudad de Puebla.
El día 5 de mayo de 1862, con una clara desventaja numérica y armamentística, el general Ignacio Zaragoza logró detener el primer oleaje de la invasión francesa a nuestro país; a pesar de que el bando europeo contaba con la participación de miles de hombres totalmente adiestrados para la batalla para intentar hacerse del control de la ciudad de Puebla, finalmente debió batirse en retirada.
A las 17:49 horas, el general Zaragoza informó al ministro de Guerra: “…Las armas del Supremo Gobierno se han cubierto de gloria… Calculo la pérdida del enemigo, que llegó hasta los fosos de Guadalupe en su ataque, en 600 o 700 entre muertos y heridos; 400 habremos tenido nosotros. Sírvase vd. dar cuenta de este parte al C. presidente — I. Zaragoza”.
Fuentes:
Díaz, Lilia, “El Liberalismo militante”, en Historia General de México, El Colegio de México. México, 2000.
Carmona, Doralicia, “Es derrotado en Puebla el ejército francés por los republicanos al mando del general Zaragoza”, en Memoria Política de México, disponible en https://bit.ly/3vCWHEQ, consultado el 2-05-2022.