La Revolución mexicana de 1910 tuvo tal fuerza que, el régimen de Porfirio Díaz habría finalizado tan solo seis meses después de haberse iniciado el movimiento armado convocado por Madero, no obstante que la dictadura se había mantenido intacta durante aproximadamente treinta años.
Con la caída del régimen porfirista se procedió a sentar las bases para el establecimiento –por primera vez en mucho tiempo—de un auténtico sistema democrático en México; las jornadas comiciales correspondientes a las elecciones extraordinarias para renovar el Poder Ejecutivo, celebradas en octubre de 1911, dieron como vencedores a Francisco I. Madero González y a José María Pino Suarez, para los cargos de presidente y vice presidente respectivamente.
Fuente: https://bit.ly/2QmpRkN
A finales del siglo XIX, Porfirio Díaz había asumido el poder después de medio siglo de constantes enfrentamientos y guerras intestinas entre los diversos grupos políticos. Para afianzarse en la cúspide del sistema político y asegurar su permanencia indisputablemente, el caudillo promovió la estrategia de contraponer a los personajes poderosos de cada región para después asumirse como el árbitro de los conflictos que él mismo provocaba[1].
Por otra parte, Díaz procuró anular toda forma de participación política limitando o eliminando cualquier sesgo de liderazgo político autónomo; la existencia tanto de líderes como de grupos políticos estaba condicionada por las decisiones plenipotenciarias del otrora longevo presidente[2].
Aunque en un principio Madero estuvo ajeno a las cuestiones relacionadas con la administración pública o el gobierno, era consciente del sistema clientelar porfiriano y de las prácticas antidemocráticas auspiciadas desde la presidencia de la República, cuyos efectos se dejaban sentir hasta en los rincones más alejados del país; lo que a la postre alentó su deseo por participar activamente en la política mexicana para luchar en pro de la democratización.
El 6 de noviembre de 1911 Madero vio consumado uno de los objetivos de su lucha –quizá el principal—y rindió protesta como Presidente Constitucional de los Estado Unidos Mexicanos ante el Congreso de la Unión, cargo que debía ocupar de 1911 a 1916, sin la posibilidad de reelegirse.
Durante su gobierno hubo la pretensión de conseguir la pacificación del país por medio del desarme de los diversos grupos beligerantes activos en territorio nacional.
No obstante, la demora en el cumplimiento de demandas específicas, como la devolución y el reparto de tierras, contempladas en el artículo 3 de su Plan de San Luis[3], provocó que líderes como Emiliano Zapata desconocieran al gobierno maderista y continuarán en la lucha armada con el propósito de ver satisfechas estas exigencias.
Asimismo, la institucionalidad de Madero lo llevó a incluir en su gabinete presidencial a actores políticos y militares porfirianos, lo que a la postre le acarreó la traición y la muerte.
Por la situación tan convulsa por la que atravesaba el país durante su gobierno, el paso de Madero por la presidencia fue, a juicio de algunos historiadores, deslucido u opaco.
[1] Rosas Sánchez, Javier, “Fransico I. Madero en la transición democrática de México, 1905-1910” en Estudios Políticos, no. 25 enero-abril 2012, disponible en https://bit.ly/2PrFUQK, consultado el 2-11-2020.
[2] Ibíd.
[3] “Plan de San Luis” disponible en: https://bit.ly/2AMZaAq, consultado el 2-11-2020.