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La búsqueda por el reconocimiento de los derechos políticos de las mujeres en México comenzó a gestarse hacia finales del siglo XIX y principios del XX. Yucatán fue la cuna del primer oleaje tanto intelectual como de pronunciamiento político feminista en nuestro país; la publicación La Siempreviva publicada por Rita Cetina –maestra, poeta y feminista—representó el primer intento para visibilizar el sentir de la mujer mexicana con respecto a su papel en una sociedad que estaba a punto de experimentar cambios estructurales importantes.
El estallido de la Revolución mexicana en noviembre de 1910 abanderó la reivindicación política y social de los sectores de la población más golpeados durante los largos años de la dictadura porfiriana. El objetivo primordial del movimiento convocado por Madero inicialmente fue lograr la plena democratización de la vida política del país, lo que implícitamente buscó el establecimiento y respeto de los derechos políticos de los ciudadanos mexicanos, mismos que no pudieron consolidarse en casi un siglo de vida independiente y que además fueron negados de facto en las últimas décadas del Siglo XIX.
Con el giro abrupto que sufrió el proceso revolucionario con la aprehensión y e inmediato asesinato de Madero y Pino Suárez en febrero de 1913, el ascenso estratégico militar del constitucionalismo encabezado por Venustiano Carranza y su eventual triunfo frente a los convencionistas permitió la realización de un nuevo Congreso Constituyente a finales de 1916 que se encargaría de discutir el establecimiento de un nuevo pacto entre la sociedad y el Estado Mexicano, expresado en cambios jurídicos con un alcance social inusitado, hasta ese momento.
En ese contexto de cambios políticos, jurídicos y sociales, se realizó el Primer Congreso Feminista en México, el cual se llevó a cabo en la ciudad de Mérida, Yucatán. El Congreso fue impulsado en el gobierno del general Salvador Alvarado, quién emitió la convocatoria para la realización del mismo el 28 de octubre de 1915; el encuentro se llevó a cabo en el teatro Contreras de la capital yucateca e inició sus actividades el día 13 de enero de 1916 y los concluyó el 16 del mismo mes.
En la convocatoria realizada por el entonces gobernador se advierte la necesidad de reflexionar en torno a la emancipación de las mujeres:
CONSIDERANDO: que la mujer yucateca ha vivido hasta ahora entregada al hogar y sus obligaciones se han concretado a las que se originan de una vida quieta, empírica, sin dinamismo, que trascienda a la evolución y sin aspiraciones que la liberten de la tutela social y de las tradiciones en que ha permanecido sumida […]
CONSIDERANDO: que es un error social educar a la mujer para una sociedad que ya no existe, habituándola a que, como en la antigüedad, permanezca recluida en el hogar, el cual sólo abandona para asistir a los saraos y fiestas religiosas, y que no se le reivindica colocando sobre su tumba el epitafio romano: “cuidó de su casa y supo hilar la lana”, pues la vida activa de la evolución exige su concurso en una mayoría de las actividades humanas […]
La realización del Congreso fue posible gracias a la intensa participación de hombres como Felipe Carrillo Puerto y a la atención y promoción de parte del gobierno de Salvador Alvarado, quién en la convocatoria advirtió que los gastos realizados por las asistentes para trasladarse y permanecer en la ciudad de Mérida serían cubiertos por el gobierno del estado.
El Congreso fue presidido únicamente por mujeres, entre las que destacan: Raquel Dzib Cisero, Consuelo Zavala Castillo, Elvia Carrillo Puerto, Candelaria Ruz Patrón, Carmen Heredia Urcelay, Rosa Torres González, Dominga Castro Pastrana, Beatriz Peniche de Ponce, Rosina Magaña, Amalia Gómez F. de Aguilar, Adriana Vadillo Rivas, Consuelo Andrade, María Brito F., Candelaria Villanueva, Piedad Carrillo Gil, Aurora Domínguez de Irigoyen, Mercedes Gual de Castellanos, entre otras.
Las reflexiones y conclusiones a las que llegaron las asistentes al Congreso se sintetizaron en el informe que se presentó al Ejecutivo local y en el cual se instó a la autoridad estatal a emprender acciones dentro de los campos educativos, culturales y laborales, destacando el sector público:
En todos los centros de cultura de carácter obligatorio o espontáneo, se hará conocer a la mujer la potencia y la variedad de sus facultades y la aplicación de las mismas a ocupaciones hasta ahora desempeñadas por el hombre […]
Evitar en los templos la enseñanza de las religiones a los menores de diez y ocho años, pues la niñez todo lo acepta sin examen por falta de raciocinio y de criterio propio […]
Instituir conferencias periódicas en las escuelas, cuya finalidad sea ahuyentar de los cerebros, infantiles el negro temor de un Dios vengativo e iracundo que da penas eternas semejantes a las del Talión: “diente por diente, ojo por ojo” […]
Que se eduque a la mujer intelectualmente para que puedan el hombre y la mujer completarse en cualquiera dificultad y el hombre encuentre siempre en la mujer un ser igual a él […]
Deben abrirse a la mujer las puertas de todos los campos de acción en que el hombre libra a diario la lucha por la vida […]
Puede la mujer del porvenir desempeñar cualquier cargo público que no exija vigorosa constitución física, pues no habiendo diferencia alguna entre su estado intelectual y el del hombre, es tan capaz como éste de ser elemento dirigente de la sociedad […]
El Primer Congreso Feminista de nuestro país fue la síntesis de una temprana reflexión a inicios del siglo pasado y que a la postre encontraría eco en el campo de la lucha social en los ámbitos políticos y económicos, cuyo principal objetivo de inicio fue conquistar el reconocimiento de los derechos políticos de las mujeres en México.
Aunque el reconocimiento de los derechos políticos de las mujeres era una demanda de la cual tenía conocimiento el Congreso Constituyente de 1916, ésta no fue considerada en los importantes cambios constitucionales que se presentaron en la redacción y aprobación del texto de 1917; éste no se presentaría sino hasta el 17 de octubre de 1953.
Fuentes:
Alejandre Ramírez, Gloria Luz; Torres Alonso, Eduardo, “El Primero Congreso Feminista de Yucatán 1916. El Camino a la legislación del sufragio y reconocimiento de ciudadanía a las mujeres. Construcción y tropiezos”, en Estudios Políticos, vol. 9, núm.39, pp. 59-89. Universidad Nacional Autónoma de México. Distrito Federal, 2016.
Carmona Dávila, Doralicia, “1916. Primer Congreso Feminista convocado por Salvador Alvarado, en Memoria Política de México. Disponible en https://acortar.link/VmzZZp, consultado el 11-01-2024.